martes, 16 de septiembre de 2014

Apetencia (G. B. I)

El embarazo de la luna, que esa noche era sólo suya, se desnudó en sus ojos, suscitando un brillo casi oblicuo y despiadado en ellos. Gemidos metamorfoseados se le agazapaban en la garganta, peleando por cobrar vida.
¡Quién lo hubiera dicho! Él, que siempre había sido  tan  dulce  como  sociable, ahora transmutado en un indómito ser, que precisaba esconderse del mundo para sobrevivir.
Ella se movió entre las sábanas, y su cuello quedó a la deriva de sus sueños y al alcance de apetencias ajenas. Olerla le producía una turbia ansiedad.
Ya se había aproximado a ella, cuando otro ser se le adelantó, succionó sus vericuetos yugulares y desplegó sus alas tañendo zumbidos rojiondulantes.
Un puntito color púrpura (¿o eran dos?) se contaminó de estrellas, invitándolo a verificar sus conjeturas más de cerca.
Diana volvió a moverse y él recapituló su pasado. Por antonomasia, recordó que también había luna llena la noche en que la conoció. La posición de la diosa en el cielo indicaba que debían ser las 02:00 a.m., aproximadamente.
Se hacía tarde. Era en ese momento o ¡nunca! Mas, daba pena despertarla. Diana viajaba en uno de esos sueños que, de tan placenteros, hacen dibujar una sonrisa en los labios del soñador.
¡Pero  sus  colmillos  afilados  tenían  sed!  ¿Cómo  frenarlos  si  tomaban resoluciones  por  sí mismos?
La luna, entre duendes ralos y mosquitos, se hacía más grande todavía. Sólo quedaba algo por hacer para dar por terminado aquel suplicio.
Reptando, salió de la habitación. Y las que antes fueran manos, provistas ahora de nueva piel, se le arremolinaban en anillos constrictores que cubrían su largométrico cuerpo. En el hogar, las lenguadas llamas de una hoguera lo invitaban a arrebujarse en ellas.
Ojalá que en la siguiente vida vuelva a encontrar a Diana, y que su estampa, no sea la misma que arde, mientras ella sigue dormida.



Corporeidad (G. B. I. - 03/12/12)



Cuando mis grises
holocáusticos
configuran la apoteosis
de lo incorpóreo,
tu azulino principado
reaparece, coloreando
lo invisible del amor,
y vuelvo a sentirte mío.